
Órdenes rosa+cruces
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Proemio de la Rosa-Cruz Oriental: sobre la vía de la luz Interior
A los herederos de la Tradición Primordial, a los que anhelan el retorno a la Unidad, y a los que, en el silencio de su ser, escuchan el eco de la Palabra Perdida, saludos.
No somos una orden más entre el murmullo del mundo profano. Somos los custodios de un Linaje, la cadena áurea que se remonta a los Misterios de la Antigüedad, a las escuelas de pensamiento de un Egipto no ya físico, sino espiritual y arcano. Nuestra herencia no se encuentra en libros abiertos, sino en el corazón mismo de la Creación, en la Ciencia Sagrada que fue revelada a los Iniciados de antaño y que, a través de los siglos, hemos guardado con celo.
Nuestro Maestro, Robert Ambelain, nos enseñó que el Rosacrucismo verdadero, el de la Rosa-Cruz de Oriente, es ante todo una Vía de Realización Interior. Es una guerra santa contra el hombre exterior, contra las cadenas de la ilusión y los velos de la materia, para que el Hombre Interior, el Adam Primordial, se erija glorioso en su templo reconquistado.
La Rosa y la Cruz no son meros símbolos decorativos. Son la representación del Misterio Central de nuestra Obra:
La Cruz es el cuerpo del Adepto, su naturaleza humana fijada en el mundo de las formas, con sus cuatro elementos por brazos y sus pasiones por clavos. Es el instrumento de su sacrificio y, a la vez, el andamio de su glorificación.
La Rosa es el Alma divina, la Chispa de Luz increada que duerme en el centro de esa cruz material. Es la floración del Espíritu, el resultado de la Obra alquímica interna donde el plomo de nuestra naturaleza inferior se transmuta en el Oro de la Conciencia Cósmica.
Rechazamos, por tanto, toda magia ceremonial vacía que busque poderes efímeros en el mundo exterior. Nuestra Alquimia es íntima y secreta. Trabajamos sobre nosotros mismos, en el laboratorio de nuestra propia alma, siguiendo las leyes herméticas de correspondencia: "Como es arriba, es abajo". Transformando nuestro microcosmos, operamos sobre el macrocosmos. Purificando nuestros metales viles, aceleramos la Gran Obra del Universo.
No buscamos adeptos, sino operarios. No prometemos secretos fáciles, sino el Sudor de la frente y la Sangre del corazón. La Iniciación no se recibe, se conquista. Es un fuego que nace dentro, una iluminación progresiva que disipa las tinieblas de la ignorancia mediante el estudio serio, la meditación profunda y la práctica constante de una ética superior basada en el dominio de uno mismo.
Esta es la Vía del Oriente: la búsqueda del Sol Spiritualis, la Luz que nunca se extingue, que brilla en el centro de todo ser y que es el verdadero Rosa-Cruz, el punto de unión entre lo humano y lo divino, entre el sacrificio de la Cruz y la belleza eterna de la Rosa.
Si tus ansias van más allá del dogma, si tu sed no se sacia con las aguas turbias de las doctrinas modernas, y si estás preparado para el trabajo silencioso y solemne que exige la reconstrucción de tu Templo interior, quizás hayas encontrado, al fin, tu Hogar.
In Spiritu et Veritate.