
Las mujeres en el mundo iniciático
La mujer en la Iniciación: un viaje a través del tiempo y del simbolismo
Introducción: la búsqueda eterna
La Iniciación, en su esencia más pura, es un viaje hacia el conocimiento interior, una transformación del ser que trasciende género, tiempo y cultura. Desde los misterios antiguos hasta la Masonería contemporánea, la presencia de la mujer ha sido un hilo dorado que teje su propia historia en el gran tapiz de la tradición iniciática. Sin embargo, su papel ha sido tanto reverenciado como olvidado, tanto silenciado como reivindicado. Este ensayo busca explorar esa dualidad y celebrar la restauración de su lugar en el camino hacia la Luz.
I. La sacerdotisa antigua: guardianas de los Misterios
En las civilizaciones antiguas, la mujer ocupaba un rol central en los ritos de iniciación. En los Misterios de Isis en Egipto, las sacerdotisas eran las depositarias de sabidurías arcanas, guiando a los neófitos —hombres y mujeres— en el viaje simbólico de muerte y renacimiento. Lo mismo ocurría en los Misterios Eleusinos de Grecia, donde figuras como Deméter y Perséfone encarnaban los ciclos de la naturaleza y la vida, y donde las iniciadas participaban en rituales que prometían regeneración espiritual.
La mujer no era una espectadora, sino una canalizadora activa de lo divino. Era la Hiérofanta, la que mostraba lo sagrado; la Pythia, la voz del oráculo de Delfos que unía lo humano con lo cosmogónico. Su presencia era indispensable porque representaba la intuición, la fertilidad creativa y la conexión con los misterios de la vida —elementos clave en cualquier proceso iniciático.
II. El silencio y la exclusión: una fractura en la Tradición
Con el advenimiento de estructuras sociales y religiosas más patriarcales, el papel de la mujer en la iniciación fue gradualmente marginado. En la Masonería especulativa, surgida en el siglo XVIII, se consolidó una fraternidad predominantemente masculina. Las Constituciones de Anderson de 1723, si bien revolucionarias en muchos aspectos, no contemplaban la iniciación de mujeres, reflejando las limitaciones culturales de su época.
Durante siglos, la Masonería fue definida como una orden de hombres libres y de buenas costumbres, excluyendo explícitamente a las mujeres de sus logias. Esto creó una paradoja histórica: una institución que predicaba la igualdad universal pero que practicaba la exclusión de género.
III. La reivindicación: Masonería femenina, mixta y de altos grados
Fue en el siglo XIX cuando surgieron voces valientes que cuestionaron esta contradicción. Mujeres como Maria Deraismes, iniciada en 1882 en la logia Les Libres Penseurs en Francia, abrieron el camino para la fundación de la Orden Masónica Mixta Internacional Le Droit Humain. Poco después, en Inglaterra, Annie Besant impulsó la Masonería femenina bajo el Rito de Adopción.
Hoy, obediencias como la Gran Logia Femenina de México y cuerpos de profundos estudios iniciáticos como la Gran Comendaduría de México de Menfis-Mizraim son testimonio de que la Iniciación masónica no es cuestión de género, sino de mérito, preparación y búsqueda interior. La mujer ya no es "adoptada" simbólicamente; es reconocida como hermana en igualdad de condiciones, especialmente en ritos como el de Menfis-Mizraim, que bebe directamente de las fuentes egipcias de la tradición y reconoce la esencial complementariedad de lo masculino y lo femenino en el camino espiritual.
En el seno de la Gran Comendaduría de México de Menfis-Mizraim, se espera y alienta especialmente que las damas centren su atención en los temas profundos de la Iniciación, cultivando el estudio simbólico, la reflexión filosófica y el crecimiento espiritual. Se busca que aquella vulgarización en la que a veces se cae, con la búsqueda de poder temporal o económico, se aleje por completo del sagrado escenario iniciático, preservando así la pureza del camino hacia la Luz.
IV. Simbolismo femenino en la Iniciación Masónica
Aun en los ritos donde la mujer no participaba físicamente, el simbolismo femenino ha estado siempre presente en la Masonería. La Logia misma es un espacio femenino: reflejo del útero cósmico donde el iniciado "muere" para renacer a una nueva conciencia. La Luna, asociada a lo femenino, complementa al Sol en el cuadro de la logia, recordando la necesaria dualidad para alcanzar la armonía.
La escuadra y el compás, instrumentos centrales del ritual, también encierran este principio: la escuadra (símbolo de lo material, lo estable) y el compás (lo espiritual, lo dinámico) juntos forman un hexagrama, la unión de lo masculino y lo femenino, el macrocosmos y el microcosmos. Este principio de polaridad sagrada es central en tradiciones como la de Menfis-Mizraim, donde la sabiduría de Isis y la fuerza de Osiris se unen para dar lugar a Horus, el hombre nuevo, regenerado.
Conclusión: hacia una Iniciación Plena
La verdadera Iniciación no conoce exclusiones. La mujer no debe ser "incorporada" a la Masonería como una concesión, sino reconocida como parte inherente de la tradición iniciática de todos los tiempos. Su regreso a las logias no es una modernización, sino una restauración de la antigua sabiduría que siempre incluyó lo femenino como pilar esencial. Órdenes como la Gran Comendaduría de México de Menfis-Mizraim encarnan hoy ese retorno a la fuente, honrando el legado de los misterios antiguos en los que la mujer era sacerdotisa, iniciadora y guardiana de la Luz. En este espacio sagrado, se invita a todas las hermanas a trascender lo superficial y abrazar lo eterno, lejos de toda ambición profana.
Que este ensayo sirva como invitación a reflexionar, estudiar y valorar el papel de la mujer en la Masonería —no como un tema aparte, sino como un elemento central en la construcción del Templo Interior y exterior de la Humanidad.