La regularidad masónica: la alineación con el Orden Cósmico

La regularidad como principio espiritual universal
La regularidad masónica trasciende lo administrativo para erigirse como un principio espiritual sagrado. No se reduce al mero cumplimiento de estatutos, sino que representa la alineación consciente con las Leyes de Maat —el orden cósmico que rigió el Egipto faraónico— y con los principios herméticos que gobiernan la Gran Obra alquímica. Ser un masón regular implica, ante todo, un compromiso íntimo con el crecimiento del Templo Interior y la sintonía con las armonías universales que rigen desde el movimiento de los astros hasta el latir del corazón iniciado.

La pureza de intención: el cimiento alquímico
La regularidad espiritual se manifiesta en la pureza de intención con la que el iniciado aborda su camino. No se trata de ejecutar rituales de forma mecánica, sino de vivirlos como ceremonia viva de transformación, donde cada gesto es un símbolo y cada palabra una vibración que modifica la substancia del alma. El masón regular es un alquimista de sí mismo: trabaja incansablemente en desbastar su piedra bruta, eliminando las escorias del ego en el atanor de la voluntad, avanzando hacia ese estado de perfección que los antiguos llamaban "la obtención de la Piedra Filosofal".

El linaje sagrado: conectando con la cadena áurea
La regularidad espiritual implica una conexión consciente con la tradición iniciática ininterrumpida. Los masones regulares reconocen que la Orden es un vehículo para transmitir el fuego sagrado que ardía en las escuelas de misterios del Nilo y en los talleres medievales de alquimia. Respetar los linajes y las filiaciones auténticas —como las del Rito de Menfis-Mizraím— no es un simple formalismo, sino un vínculo energético que une al masón con la Cadena Áurea de Iniciados, creando un puente entre el tiempo profano y la eternidad de la Sabiduría.

Fraternidad universal: encarnando la ley del corazón
Desde la óptica espiritual, la regularidad se expresa en la fraternidad consciente. Quien está alineado con los principios masónicos reconoce que todos los seres son chispas de la Luz Única —el Ain Soph de la cábala, el Atum de la cosmogonía egipcia— y, por lo tanto, deben ser tratados con respeto y amor activo. La fraternidad no es un ideal abstracto, sino una práctica alquímica de servicio: el masón regular se convierte en un canal de fuerzas superiores, trabajando como agente de transformación en su comunidad y en el mundo.

La búsqueda de la verdad: del símbolo a la experiencia directa
La regularidad exige un compromiso inquebrantable con la búsqueda de la Verdad. En un mundo de apariencias, el masón regular aprende a leer el Libro de la Naturaleza —y el de su propia conciencia— con ojos despiertos. Esta búsqueda no se agota en el estudio, sino que se consuma en la experiencia directa de lo Divino, a través de la meditación, el silencio ritual y la vivencia simbólica. Es un camino que sigue las tres fases de la Obra Alquímica: nigredo (purificación), albedo (iluminación) y rubedo (unificación final).

¨Síntesis: la regularidad como camino de reintegración
En esencia, la regularidad masónica —desde la perspectiva espiritual— es un llamado a vivir en armonía con el Orden Divino. No es un conjunto de reglas externas, ni una etiqueta que pueda otorgarse o quitarse desde lo administrativo. Es una actitud interior de alineación permanente, que permite al masón trascender las limitaciones del ego y convertirse en un verdadero Hombre de Deseo, en el sentido alquímico del término: aquel que ha reencontrado su centro y se ha reintegrado a la Unidad primordial.
Este compromiso con lo espiritual es lo que convierte la experiencia masónica en un viaje transformador —un regreso al Egipto Interior— donde la regularidad no se decreta, sino que se encarna.