Discurso primordial - convocatoria

23.08.2025

Queridos Hermanos, en todos vuestros Grados y dignidades:

Los Ritos Egipcios en los que trabajamos no son un mero archivo de curiosidades arqueológicas o un sistema de honores progresivos. Son, ante todo, un mapa alquímico para la revolución de la conciencia. Cada grado, desde el Aprendiz que golpea su piedra bruta hasta el Sabio que contempla el fuego del Athanor, representa una etapa en la desintegración de nuestro antiguo yo y la gestación de uno nuevo. Esta no es una evolución pasiva, sino una revolución activa—un volver hacia nuestro centro primordial, el Nun interior, para emerger regenerados. Los símbolos que estudiamos—la Esfinge, el Ojo de Horus, el Delta Luminoso—no son adornos; son las herramientas y los planos para esta demolición y reconstrucción interiores, la fragua donde se forja el hombre libre, consciente de su origen divino y de su potencial ilimitado.

Esta Gran Obra, sin embargo, nunca es únicamente individual. El crisol donde se realiza esta transmutación es la Logia, el cuerpo colectivo del cual cada uno de nosotros es un órgano indispensable. Vuestra labor individual sobre la piedra no es un fin en sí mismo, sino vuestra contribución esencial a la construcción de un Templo espiritual colectivo. Así como los antiguos alquimistas buscaban no solo el oro físico sino la piedra filosofal que transformaría toda la creación, nuestra revolución de conciencia personal está destinada a irradiarse. Al purificar nuestros metales internos—el plomo de nuestros vicios en el oro de nuestras virtudes—elevamos la vibración de toda la cadena fraternal y, por extensión, del mundo profano que nuestra Orden busca iluminar en silencio.

Por tanto, Hermanos míos, que vuestro trabajo en cada grado esté imbuido de esta conciencia dual: la de vuestra propia gestación como Huevos Filosofales y la de vuestro papel como co-creadores de una realidad más elevada. No nos conformemos con interpretar rituales; vivámoslos como actos de creación consciente. Que cada toque de mallete, cada signo, cada palabra sagrada, sea un compromiso renovado con esta Obra magna. Porque la verdadera Masonería de los Ritos Egipcios no se mide por la cantidad de grados acumulados, sino por la intensidad de la Luz interior generada y por la capacidad de usar esa Luz para disipar la oscuridad, dentro y fuera de nosotros mismos, edificando así, juntos, la única Jerusalén que merece ser construida: la de una humanidad reconciliada en la conciencia de su unidad esencial.

Con afecto, Hermanos míos.