Cagliostro más allá del mito: el arquitecto de la Masonería Egipcia
La historia de la Masonería está jalonada por personajes que parecen extraídos de una novela de aventuras, y entre todos ellos, pocos brillan con una luz tan polarizante como la de Alessandro Cagliostro. Su nombre evoca inmediatamente el misterio, la alquimia, y un aura de fraude y genialidad indisolublemente unidas. Sin embargo, más allá de la leyenda negra orquestada por sus enemigos, se erige una contribución fundamental e innegable a la historia del esoterismo occidental: Cagliostro fue el arquitecto visionario de la primera Masonería Egipcia estructurada, un sistema que cambiaría el curso de los ritos masónicos para siempre.

Para entender su hazaña, debemos situarnos en el Siglo de las Luces, un período donde la razón y el ocultismo bailaban un vals complejo. Nacido en 1744 como Giuseppe Balsamo en Palermo, Cagliostro se reinventó a sí mismo como un Conde itinerante, un taumaturgo y un iniciado. Su gran intuición fue captar el espíritu de su tiempo: la fascinación por lo antiguo, que ya no se centraba sólo en el mundo clásico, sino que se volcaba hacia el enigmático y sabio Egipto, percibido como la cuna de todos los misterios. Cagliostro no inventó esta moda, pero supo canalizarla de forma genial en un cuerpo ritual concreto.
Durante sus viajes por Europa, y particularmente en su estancia en Inglaterra, Cagliostro entró en contacto con la Masonería. Pero su espíritu no podía conformarse con los sistemas existentes. Afirmando haber sido iniciado en los misterios egipcios por el misterioso Maestro Altotas, fundó su propio "Rito de la Alta Masonería Egipcia". Este rito era profundamente innovador: proponía una vía no solo de desarrollo moral, sino de regeneración espiritual y física, donde la alquimia y la teurgia ocupaban un lugar central. No se trataba de una mera acumulación de grados, sino de un camino práctico de auto transformación.
La genialidad de Cagliostro residió en el sincretismo de su sistema. Fusionó elementos de la tradición hermética, la Cábala, y la naciente egiptomanía con la estructura masónica. Su rito era notablemente igualitario para la época, pues aceptaba tanto a hombres como a mujeres en sus logias de adopción, algo revolucionario. Los rituales, cargados de un simbolismo potentísimo, pretendían operar una verdadera transmutación en el iniciado, guiándolo hacia la recuperación de su "estado primitivo" de pureza y poder, un concepto profundamente egipcio y alquímico.
Sin embargo, su éxito y sus pretensiones le granjearon poderosos enemigos. Su involuntario papel en el famoso "Asunto del Collar de la Reina" lo enfrentó directamente a la monarquía francesa. Pero su final trágico llegó con la Inquisición. Arrestado y juzgado en Roma, sus declaraciones durante el proceso, donde describía con detalle los objetivos de su Masonería Egipcia, son un testimonio invaluable de su doctrina. Fue condenado por herejía y murió en prisión en 1795, convirtiéndose en un mártir para unos y en la confirmación de su fraude para otros.
La pregunta crucial es: ¿fue un auténtico iniciado o un brillante embaucador? La respuesta tal vez esté en un término medio. Como señala Gérard Galtier en "La Tradición Oculta", más allá de la veracidad histórica de sus viajes a Egipto, Cagliostro fue un "canal" extraordinariamente efectivo. Su sistema ritual, su imaginario y su fuerza persuasiva actuaron como un catalizador. Su Rito Egipcio, aunque no sobrevivió intacto, se convirtió en la piedra angular sobre la que, décadas después, se construirían ritos como el de Menfis. el de Misraïm y el de Menfis-Mizraim, que recogieron su legado y lo integraron en una estructura aún más amplia.
Por lo tanto, la verdadera grandeza de Cagliostro no reside en si poseía o no secretos arcanos, sino en haber codificado un sueño. Dibujó y construyó un Egipto masónico imaginario, pero de una potencia simbólica tal que inspiró a generaciones de buscadores. Su figura nos recuerda que la influencia en el esoterismo a menudo depende menos de la pureza doctrinal y más de la capacidad de encarnar el anhelo espiritual de una época. Cagliostro, el arquitecto de la Masonería Egipcia, supo ser, por encima de todo, el espejo de ese anhelo.